¿Las lenguas son clasistas?
Rio de Janeiro
06/06/2021
¿El
portugués es clasista como el francés para ti? Me preguntó un
querido amigo conterráneo que
también se encuentra en condición de migrante pero en el extremo
norte del continente. Esta pregunta, aparentemente ingenua, resultó
de una breve pero profunda conversación en una red social, sobre
nuestros anhelos y sentimientos de pertenencia como mexicans
fuera de nuestra tierra, él en Canadá, yo en Brasil. Él migrante
para buscarse la vida junto a su nueva familia de origen canadiense;
yo, migrante para buscarme a mi misma a través de la experiencia del
aprendizaje y el deseo de descubrir territorios lejanos.Hace
dos meses que su pregunta me da vueltas en la cabeza y por supuesto,
no tuve ninguna respuesta instantánea con fundamentos suficientes
para mi mente de lingüista que todo lo quiere analizar.
¿Cómo
decir si una lengua es o no clasista?Tal vez
si partimos del principio de que tanto el portugués como el francés
o el mismo castellano, son las lenguas de los colonizadores,
podríamos afirmar que son de facto clasistas.Tal vez
si pensamos en cuántas lenguas luchan para sobrevivir en los
territorios delimitados por las fronteras nacionales, conocidos como
países.
Pensé
también en cuáles adjetivos le daría yo al portugués, además de
clasista. Tal vez, guapachoso, musical, sensual, cálido, acogedor...
en fin, creo que cuando empleamos tales calificativos, estamos
pensando más bien en los hablantes (Otro pensamiento que me surge
como buena lingüista). Y eso me lleva a la conclusión de que tal
vez los canadienses francófonos, pueden ser clasistas o que los
brasileños pueden ser sensuales y musicales.
Por
supuesto que no podemos generalizar y mucho menos etiquetar a todo un
pueblo por culpa de unos cuantos o por gracia de otros tantos. Todo
esto me atraviesa desde mi condición de mexicana migrante en un país
tropical, que no tiene nada que ver con ser mexicano en un país
nórdico.
Es
verdad que no hablar la lengua dominante del país nos pone en el
lugar delicado de la ignorancia, nos hace susceptibles al engaño,
nos hace frágiles como en la infancia, cuando no sabes pronunciar o
conjugar un verbo correctamente y se burlan de ti, y muchas veces,
nos piden repetir 10 veces la misma frase porque no nos entienden (o
no quieren entendernos).
Y
entonces nuestra lengua materna, que también es una lengua
hegemónica, la lengua del reino de Castilla, se vuelve nuestra
principal herramienta de conexión con nuestras raíces, nuestra
forma de comunicar nuestros anhelos, miedos, pesares y felicidades.
Es curioso que nuestras raíces en realidad sean mucho más profundas
y es triste no reconocernos en el Náhuatl, el maya, el Quechua, el
Tupí-guaraní o el Inuit.
¿Cómo
puede ser una lengua clasista y al mismo tiempo reconfortante?Todo
depende, como siempre, del contexto, tiempo, lugar de donde se habla.
Pero
hay algo que me maravilla, que me hace pensar que existen
alternativas a lo que nos imponen como verdadero, puro o correcto;
así como en muchas islas ex-colonias europeas, creamos nuestra
propia lengua, híbrida, irreverente, flexible, armónica, guapachosa
y solidaria: el portuñol.
El
portuñol se habla a lo largo y ancho de Brasil, como testigo de la
frágil línea que dibuja las fronteras. Aquí nos encontramos y
hablamos en portuñol, en spanglish o en
frañol como una forma de reconocernos en otros territorios. A
través de estas "nuevas lenguas" nos
atrevemos a quebrar los límites de la gramática y de las fronteras,
nos rebelamos contra la soberbia implícita en la idea del Estado
Nación, evidenciamos lo que se impone como política lingüística y
que contribuye con la discriminación y con la exclusión de los
hablantes de otras lenguas, muchas veces minorizadas. Hablar en otras
lenguas que no la reconocida como lengua oficial en cualquier
territorio es un acto político, principalmente cuando se trata de
las lenguas, y sobre todo sus hablantes, discriminadas y minorizadas históricamente.
Clau Mar
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