De dónde vengo

 

Cuando me preguntan de dónde soy, siento un ansia dentro del pecho que me deja sin palabras por unos instantes. Quisiera decirle a la persona, vamos te invito un cafecito, una chela, un mezcal, vamos a sentarnos un rato, así te cuento, te explico y de paso abro mi cajita de memorias que llevo conmigo todo el tiempo.


Y entonces explicarle que mi esencia es de Cuetzpallin. Que mi infancia esta marcada por aquellas tardes en las que comía elotes con mucha crema, queso y chile en la plaza con mi familia. Que en el lugar donde nací se hablan tantas lenguas que ni me acuerdo del nombre de todas. Que en la escuela nomás nos enseñan español y que el inglés nos lo intentan meter por donde nos quepa por aquello de la importancia de la globalización y porque, pues somos vecinos, aunque nos pongan muros y nos traten como su eterna mano de obra barata. Y que no toda la gente quiere vivir el sueño americano.


Quisiera contarle de cuántos colores y sabores es el maíz y cómo lo convertimos en platillos deliciosos que no tienen nada que ver con los burritos o el chile con carne. Que la base de nuestra alimentación está en peligro constante porque las multinacionales depredadoras quieren apropiarse de los granos y las semillas que hemos cultivado por milenios en nuestra tierra fértil. Que hay champurrado, tlacoyos, tamales, pozole, huitlacoche, tlayudas y tejuino con limón.


Quisiera decirle que las mujeres no vivimos la trilogia de las Marias de Thalía, que no anhelamos casarnos con el príncipe de ojos azules y que la vida no es tan simple y simplista como en la vecindad del Chavo del 8. Que no me siento representada por la supuesta cultura que es más bien superficial y desprovista de cualquier sentido crítico de Televisa y Tv Azteca. Que no tomo tequila todos los días para emborracharme y hacer un drama de telenovela mexicana.


Quisiera hablarle de las playas del pacífico en donde no hay hoteles 5 estrellas con todo incluido, en donde el turismo aún no ha sido una excusa para privatizar y destruir selvas y ríos. Que hay montañas en donde vive gente guerrera que construye su vida interpretando sus sueños, que cuidan del venado sagrado, de la medicina que cura y da la sabiduría para encontrar nuestros caminos, para dejar el ego enterrado y fortalecer el espíritu. Que hay Quetzales, xoloscuintles, ocelotes, águilas, y demás aves carroñeras rondando por el gobierno.


Quisiera mostrarle las danzas y la música que hace bailar a toda la gente, que suena en las cuerdas, los versos y los tambores que resisten a través de los tiempos. El fandango, el guateque, la parranda, el jolgorio, la pachanga, y hasta los carnavales. Que para recordar y homenajear a los nuestros, les bailamos y les cantamos por la vida y también por la muerte. Que hay un lugar llamado Mictlán y que el izcuintli es nuestro guía y fiel compañero.


Quisiera contarle quién fue la Malinche, la Corregidora, Nahui Ollin, las Adelitas, la comandanta Ramona, Maria Sabina. Que en donde yo nací a las mujeres las matan por ser mujeres, que no tenemos los mismos derechos que los hombres, que no podemos salir solas a ciertas horas y mucho menos usar la ropa que se nos de la gana usar. Que ser mujer o niña, o más bien, no ser hombre macho -y de preferencia blanco-, es sinónimo de ser menos o nada.


Por último quisera invitarle a viajar a ese país tan maravilloso y tan violento a la vez, que se diera la oportunidad de ver con sus propios ojos sus cielos azules, sus aires contaminados, sus montañas y sus rutas tomadas por el narco, sus volcanes enamorados, sus ciudades coloridas, sus terremotos jodidos, sus mares y sus ríos llenos de peces y de residuos tóxicos. Qué vaya y que hable con la gente, para escuchar sus historias, inspirarse de sus sonrisas, sentir sus apapachos, saborear la vida, reírse de ella, y disfrutar de sus múltiples encantos.


Me gustaría decirle que soy mexicana pero que solo esa palabra no significa nada.




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