El Portugués do Brasil



¿Qué bonito suena el portugués verdad? Qué cadencia tienen sus palabras,
qué ritmo gostosón que dan ganas de bailar samba:

Felicidade, Pessoas, sabedoria, Capoeira, Menino, Garota de Ipanema,
Caipirinha, Bosanova…

Yo llegué a Rio de Janeiro en el 2013, vine para estudiar y hacer una investigación sobre las lenguas de Brasil, sí, las lenguas, porque además del portugués, existen el tupí, el guaraní, kayapó, baniwa, terená, guajajara, ticuna, krenak, pataxó, y sus más de 200 variantes. Y sus hablantes son los pueblos originarios que habitan este vasto país desde hace más de 500 años.

Pero volviendo a mi investigación, el portugués brasileiro guarda la memoria y la resistencia de esos pueblos en muchas de sus palabras que se usan en la vida cotidiana.

Ipanema, por ejemplo, es de origen Tupí y significa “Aguas Turbias”. Capoeira, también del tupí es “Campo viejo”, o Ipiranga del tupí “Rio rojo”, incluso su famoso estadio Maracaná viene del tupí “Papagaios juntos”.

Y es así como empiezo a entender el porqué de ciertas configuraciones arcaicas y violentas de la sociedad brasileña, específicamente de la carioca. De hecho, la palabra Carioca también de origen Tupí y significa “Casa de hombre blanco”.

Rio de Janeiro, la ciudad maravillosa es la segunda con más personas autodeclaradas Negras en Brasil, o sea es una ciudad maravillosamente Negra.

Todo lo mejor que se exporta culturalmente de Brasil tiene origen africano e indígena, su música, su gente, su gastronomía, su espiritualidad.

Y eso también lo dicen las palabras que vinieron de África para enriquecer el vocabulario del portugués do Brasil, así como sus hablantes que llegaron de diferentes etnias y regiones de ese continente.

La primera palabra que aprendí fue Iemanjá, de la lengua Iorubá, la Diosa de las aguas saladas, así como los demás dioses y diosas iorubas o orixás que conocemos de nuestros vecinos del Caribe. Aprendí que Berimbau, el instrumento estrella de la Capoeira, es una palabra de origen Quimbundo, una lengua bantú hablada en Angola.

Así como la palabra Samba, que vino junto con la música y las danzas de los pueblos bantús que también llegaron de Angola.

Del mismo origen, también la palabra Miçangas, que son conchitas o piedritas de vidrio que se usan en  las religiones afrobrasileñas pero que también están muy presentes en las culturas indígenas como parte de su estética y rituales.

Y así suena África en el portugués do Brasil: cachaça, bunda, cachimbo, acarajé, cafuné, batuque, candomblé, jongo, marimba, senzala, axé.

Y una de mis palabras favoritas, Dengo, que significa un gesto de cariño, algo así como nuestro "Apapacho” mexicano.

Y todo esto podrían parecer simples palabras, pero tanto dicen en el fondo. Más allá de su etimología y de su bella sonoridad, para mí y para muchos que como yo llegamos a Brasil con la esperanza de ver un pueblo alegre y pacífico rodeado de música y amor, estas palabras significan mucho más.

En ellas hay mucha historia, principalmente de lucha, de resistencia, de persistencia de un pueblo que con sus manos, su sangre y su sudor construyó este país que hoy se llama Brasil.

Personas que fueron obligadas a dejar sus tierras y que trajeron con ellas toda su herencia no solo cultural sino también histórica. Personas, de quienes sus descendientes, hoy se ven en la necesidad de continuar luchando, a veces hasta la muerte, por tener la dignidad y el respeto que se merecen:

Ágatha Vitória Sales, Jenifer Cilene Gomes, Kauê Ribeiro, Pedro Gonzaga, Dyogo Xavier de Brito, Kauã Rozário, João Pedro Mattos, Wilian Augusto da Silva, Miguel Otávio Santana da Silva, Anderson Gomés, Marielle Franco.

En paz descansen y que nunca se olviden sus nombres. Son los nombres de niñas y niños, de jóvenes, de personas Negras que no vivían en Copacabana, que no se bañaban en las aguas turbias de Ipanema y que tal vez nunca apreciaron la ciudad maravillosa vista desde arriba, a lado de la estatua del Cristo Redentor. Son personas que fueron víctimas de la violencia estructural, institucional.

Y es entonces que me di cuenta que en México y en Brasil tenemos una palabra en común, herencia de los europeos, del italiano razza que, con la ayuda de la aristocracia francesa, se juntó con el sufijo ismo para formar la tan sonada ideología del Racismo, que los alemanes se encargaron de institucionalizar más tarde.

Racismo, Racismo, Racisme, la herencia maldita que no es tan solo una palabra: es la historia que nos quieren ocultar.

La vida continua



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